lunes, 26 de noviembre de 2012

No estás deprimido, estás distraído (Parte I)


No estás deprimido, estás distraído, distraído de la vida que te puebla. Distraído de la vida que te rodea: Delfines, bosques, mares, montañas, ríos. No caigas en lo que cayó tu hermano, que sufre por un ser humano cuando en el mundo hay 5,600 millones. Además, no es tan malo vivir solo. Yo la paso bien, decidiendo a cada instante lo que quiero hacer, y gracias a la soledad me conozco; algo fundamental para vivir.

No caigas en lo que cayó tu padre, que se siente viejo porque tiene 70 años, olvidando que Moisés dirigía el éxodo a los 80 y Rubistein interpretaba como nadie a Chopin a los 90. Sólo citar dos casos conocidos.

No estás deprimido, estás distraído, por eso crees que perdiste algo, lo que es imposible, porque todo te fue dado. No hiciste ni un sólo pelo de tu cabeza por lo tanto no puedes ser dueño de nada. Además la vida no te quita cosas, te libera de cosas. Te aliviana para que vueles más alto, para que alcances la plenitud. De la cuna a la tumba es una escuela, por eso lo que llamas problemas son lecciones. No perdiste a nadie, el que murió simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón. ¿Quién podría decir que Jesús está muerto? No hay muerte: hay mudanza. Y del otro lado te espera gente maravillosa: Gandhi, Michelangelo, Whitman, San Agustín, la Madre Teresa, tu abuela y mi madre, que creía que la pobreza está más cerca del amor, porque el dinero nos distrae con demasiadas cosas, y nos aleja por que nos hace desconfiados.



No encuentras la felicidad y es tan fácil. Sólo debes escuchar a tu corazón antes que intervenga la cabeza, que está condicionada por la memoria, que complica todo con cosas viejas, con órdenes del pasado, con prejuicios que enferman, que encadenan; la cabeza que divide, es decir, empobrece. La cabeza que no acepta que la vida es como es no como debería ser. 

Haz sólo lo que amas y serás feliz, y el que hace lo que ama, está benditamente condenado al éxito, que llegará cuando deba llegar, porque lo que debe ser será, y llegará naturalmente. No hagas nada por obligación ni por compromiso, sino por amor. Entonces habrá plenitud, y en esa plenitud todo es posible. Y sin esfuerzo porque te mueve la fuerza natural de la vida: la que me levantó cuando se cayó el avión con mi mujer y mi hija; la que me mantuvo vivo cuando los médicos me diagnosticaban 3 ó 4 meses de vida. Dios te puso un ser humano a cargo, y eres tú. A ti debes hacerte libre y feliz, después podrás compartir la vida verdadera con los demás. Recuerda a Jesús: "Amarás al prójimo como a ti mismo".

Reconcíliate contigo, ponte frente al espejo y piensa que esa criatura que estás viendo es obra de Dios; y decide ahora mismo ser feliz porque la felicidad es una adquisición, no algo que te llegará de afuera. Además, la felicidad no es un derecho sino un deber, porque si no eres feliz estás amargando a todo el barrio. Un sólo hombre que no tuvo ni talento ni valor para vivir, mandó matar seis millones de hermanos judíos. Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Tenemos para gozar la nieve del invierno y las flores de la primavera, el chocolate de la Perulla, la baguette francesa, los tacos mexicanos, el vino chileno, los mares y los ríos, el fútbol de los brasileros, Las Mil y Una Noches, la Divina Comedia, el Quijote, el Pedro Páramo, los boleros de Manzanero y la poesía de Whitman, Mäiller, Mozart, Chopin, Beethoven, Caravallo, Rembrandt, Velásquez, Picasso y Tamayo, entre tantas maravillas.

Y si tienes cáncer o SIDA, pueden pasar dos cosas y las dos son buenas; si te gana, te libera del cuerpo que es tan molesto: tengo hambre, tengo frío, tengo sueño, tengo ganas, tengo razón, tengo dudas ... y si le ganas, serás más humilde, más agradecido, por lo tanto, fácilmente feliz. Libre del tremendo peso de la culpa, la responsabilidad, y la vanidad, dispuesto a vivir cada instante profundamente como debe ser.

No estás deprimido, estás desocupado. Ayuda al niño que te necesita, ese niño será socio de tu hijo. Ayuda a los viejos y los jóvenes te ayudarán cuando lo seas. Además el servicio es una felicidad segura, como gozar a la naturaleza y cuidarla para el que vendrá. Da sin medida y te darán sin medidas.

Ama hasta convertirte en lo amado, más aún hasta convertirte en el mismísimo amor. Y que no te confundan unos pocos homicidas y suicidas, el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso. Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que le destruyan hay millones de caricias, que alimentan a la vida.


Por Facundo Cabral.

martes, 13 de noviembre de 2012

Mis verbos

Los verbos entrañan acciones. Y las palabras tratan de abarcar esas acciones, aunque a veces no lo logren con éxito. Nuestras acciones definen nuestro quehacer, nuestro mundo, lo que somos y lo que pensamos.
He aquí una muestra de mis verbos favoritos, terminados en -ar.


Comenzar
Caminar
Hablar
Conversar
Descansar
Regalonear
Tranquilizar
Cuidar
Movilizar
Ayudar
Acompañar
Mirar
Besar
Abrazar
Acariciar
Danzar
Cantar
Dar
Regalar
Amar

jueves, 8 de noviembre de 2012

La promesa de la primavera: lo eterno



"¿Y yo? Ante mí la eternidad. Yo, un disparo en la eternidad. Después de mí, la eternidad. Mi existir un suspiro entre dos eternidades. ¡Mi vida, pues, un disparo a la eternidad! No apegarme aquí, sino a través de todo mirar a la vida venidera. Después de mí la eternidad. Allá voy y muy pronto. Cuando uno piensa que tan pronto terminará lo presente uno saca la conclusión: ser ciudadanos del cielo, no del suelo"

San Alberto Hurtado, 1946.



Hace unos días, en medio de cierta incertidumbre y miedo por lo que ha estado aconteciendo en mi vida este último tiempo, le escribí a una de las grandes personas que conocí en Italia. Esta persona fue muy especial por todas las enseñanzas que me dejó; me dijo muy pocas cosas, pero me mostró muchas. Ya le había escrito antes, pero no me respondía, pues él es así: de muy pocas palabras. Sin embargo, esta vez respondió.

Dios va tejiendo las cosas de forma muy misteriosa. No sé cómo ni por qué, pero la respuesta de mi amigo apuntaba exactamente a lo esencial y me hizo pensar en algo: que en tiempos de primavera, cuando todo florece, es tanta la alegría que sentimos que fácilmente podemos caer en el apego, en la aprehensión, pues nos gusta tanto lo que estamos viviendo que no queremos que se acabe. Y este apego, además de quitarnos libertad, nos produce sufrimiento, falta de paz mental y, principalmente, nos desconcentra del aquí y el ahora.

Las palabras de mi amigo fueron las siguientes: "Acuérdate que los encuentros en la vida son para siempre así que mutuamente nos tenemos en el corazón". Este mensaje me caló muy profundo. Realmente no podemos dimensionar lo que producen ciertos encuentros en nuestras vidas. No obstante, esta visión presenta algo muy verdadero: si miramos cada encuentro importante en nuestras vidas como algo eterno, que es para siempre (independiente si se está o no en presencia del otro), no existe el "fin" y, por lo tanto, se termina el apego, se termina el miedo. Y desde allí surge la libertad, un querer permanecer con un otro disfrutando el presente... agradeciéndolo.

Buscamos la eternidad en las cosas que nos parecen buenas, que queremos, pero esto mismo si no lo enfocamos del modo verdadero nos perdemos en lo falso, en el miedo que no deja crecer nada, que quita libertad, hipotetizando sobre un futuro que no depende de nosotros, sino de alguien más grande.

Agradezco tanto que mi primavera me haya traído a personas maravillosas, que han estado ahí para recordarme las cosas esenciales que, como dice el Principito, son invisibles a los ojos.
Personas que con mucha sencillez me acompañan en mi vida, en el destino que se me tiene reservado.

lunes, 1 de octubre de 2012

El otro lugar

Las mismas calles de ayer aparecen distintas ante el ojo de hoy.
Son otros pies los que las pisan, son otras miradas sus testigos,
son otros los oídos que escuchan sus sonidos.
Son otras interpretaciones.
La memoria mira hacia atrás y agradece.
El corazón se centra en el presente y se sorprende,
se hechiza y se cautiva.
Una nueva historia nace...
El futuro incierto espera paciente,
pues no tiene una existencia fija,
sino que se proyecta a través de un sueño, de un ideal.

domingo, 23 de septiembre de 2012

El vuelo de la Mariposa


Ayer miré por mi ventana y vi que la oruga que estaba allí desde hace meses, de pronto, comenzó a realizar ciertos movimientos. Primero pensé que había sido idea mía, pero luego de fregarme los ojos comprobé que no era mi vista, si no que ciertamente esa oruga se estaba transformando. Un gran amigo por ahí me había dicho que es un trabajo de largo aliento el que broten alas, pero que, finalmente, se consigue después de tanto orugar.

Mientras miraba a la oruga, pensaba en que realmente ella era muy afortunada, pues le estaban brotando alas en primavera, cuando toda la naturaleza comienza a desenvolverse nuevamente. Coincidencia o no, pensé en que esas alas eran el resultado de un proceso lento y difícil que se inició hace mucho tiempo y en el que ella había trabajado sigilosamente para que, finalmente, sus alas pudieran crecer. También pensé en que ese brote exitoso era consecuencia del medio en el que pudo orugar: un marco de ventana, semicubierto de hojas de árboles y de ramas. Un lugar que le proporcionó la calidez precisa para no morir y una fuerza justa para crecer. Sin ese medio ella no hubiera podido trabajar tal como lo hizo.

Hoy amanecí con la sensación de que la oruga ya no estaba. Y no me equivoqué, abrí la ventana y ya había volado. Miré en dirección al sol de una forma casi instintiva y, de pronto, allí estaba: posada en la rama de un bello Magnolio. Sus alas combinaban de forma perfecta con la elegancia de las flores del árbol. Nunca antes vi combinación más armónica. Por largo tiempo me quedé observando sus movimientos, mientras el viento movía finamente al Magnolio. Un sentimiento de felicidad se alojó en mi corazón, era como si supiera que todo el camino que la oruga tuvo que recorrer al fin encontraba su sentido: el volar libremente entre los árboles, sabiendo que su misión en la vida era ser, sencillamente, una mariposa. 

sábado, 30 de junio de 2012

Invierno



Con el tiempo he aprendido a querer el invierno. Antes, me disgustaba la lluvia, los días nublados, el frío, los árboles sin hojas, pues me generaban una gran tristeza. 


Antes yo huía de la tristeza y del dolor. Sin embargo, como la vida nos enseña cosas en su justo tiempo, hace unos meses fue mi turno. La vida me mostró el dolor, la tristeza infinita que se siente cuando se va alguien que amas. En un comienzo no quería aceptar la invitación de la vida, el dolor me ponía en un estado de incomodidad interior que no quería. Cuando ya no pude huir más, decidí aceptar; aceptar que en ese estado no me quedaba otra alternativa que volcarme hacia mi misma, tal como ocurre en invierno: los seres nos resguardamos al interior de nuestros hogares.

Las cosas que he descubierto desde entonces han sido maravillosas. Ahora entiendo las palabras de muchos sabios que han dicho que el dolor es un maestro... no puede haber crecimiento si no se sufre, si no hay un invierno. Nada sobre esta Tierra se renovaría si no existiera esa época en la que toda la energía se concentra en las raíces, para luego florecer en primavera. El invierno realmente es poderoso, es un momento en que toda la energía de los seres comienza a concentrarse en un punto, las raíces comienzan a conservar la energía que circulará en los próximos meses. ¿Por qué nosotros íbamos a quedar fuera de este ciclo? 

jueves, 31 de mayo de 2012

No estás deprimido, estás distraído.



Extracto sobre la inocencia

El pensamiento te lleva a nuevos lugares o te hace ver diferente, más ricos a los viejos, y esto te cambiará tanto que cambiará tu actitud frente al mundo, al que alguna vez quisiste cambiar en vez de entenderlo. Y cuando cambies tendrás incidencia en él. Cierra los ojos y verás todo lo que será. Liberado del tiempo histórico viajarás a la velocidad de la luz, y ese viaje puede mejorar la vida de muchos, porque es incalculable el poder del pensamiento, que es un grandioso alquimista que puede transformar cualquier circunstancia en una fiesta, es decir, cualquier metal en oro.
Una vez encendida la luz interior nada puede apagarla; es tan perfecta e incorruptible como el oro, que simboliza el poder de la pureza, de lo esencial, es decir, del espíritu. Es un viaje infinito y maravilloso porque estalla a cada instante vivido con profundidad. La santidad es la meta prevista para todos aunque pocos se den cuenta o se animen a entrar en los caminos que llevan a ella. Abandonado el ego comienzan los milagros, entonces sin lucha recuperarás la fuerza natural; por eso podrás provocar vida a través del amor, hasta caminarás sobre las aguas y curarás con la palabra. Recuerda que Jesús dijo “cosas más grandes verán, cosas más grandes darán”.
No estás deprimido, estás distraído por tu ego que distorsiona, lo contrario de la inocencia que aclara. El ego confunde a las cosas con su juicio, cree que las cosas son lo que él piensa que son. Es más, el ego cree que las palabras son las cosas; el ego no vive, interpreta; es una constante actuación que nunca alcanza la realidad. En tanto, la inocencia trata todo por igual, por eso está más cerca de la felicidad, de la riqueza, de la tranquilidad. La inocencia ve todo con asombro, por eso nos lleva de fiesta en fiesta. La inocencia cree lo que es una bienaventuranza; la inocencia es excitante, porque ve todo por primera vez; para ella el mundo está lleno de novedades. Para la inocencia todo es un espejo, porque en la inocencia tomamos conciencia de que somos parte de Dios, es decir, el que se ve a sí mismo en todas las cosas. El inocente se divierte fácilmente porque todo le llama la atención: una vaca pastando, el tronco de un viejo árbol, las mariposas negras sobre los trigales dorados, el colibrí detenido en el aire, el panadero sacando el pan del horno, la noche estrellada, la lluvia del invierno, los leños al viento en el hogar, los papeles de Matisse, las caravanas de las hormigas, de los beduinos, el sermón del domingo en la mañana, el fútbol del domingo en la tarde. El ego le pone nombre a las cosas, pero el inocente las ve. El ego las juzga, el inocente las vive; el ego divide, la inocencia armoniza diferencias; el ego depende de la mente, el inocente del corazón, el ego es viejo porque depende de la memoria, pero el inocente está naciendo a cada instante. El ego nos agota porque siempre lucha, el inocente flota graciosamente porque siempre se entrega. El ego se aburre porque no puede dejar de buscar, el inocente va de asombro en asombro porque siempre encuentra y puede quedarse por la eternidad gozando el mismo caballo o la misma flor, o la misma estrella, porque el inocente está tan entregado a la vida que cambia como ella, constantemente. Por eso lo mismo nunca es lo mismo. Por eso la inocencia es fresca para siempre.
Ahora que estás sólo y tranquilo olvida lo que eres porque eso es creación de los demás y escucha tu corazón. ¿Qué quieres ser? ¿Qué quieres hacer ahora? Porque la vida es ahora mismo. Olvida lo que crees que eres y comienza de cero ahora mismo, entonces convivirás con todos fácilmente. Es tan grato vivir sin divisiones: bueno, malo, rico, pobre, negro, blanco, amigo, enemigo, compatriota, extranjero. Es tanta la liviandad que cuando no hay enemigos podemos volar en cualquier momento, porque la alegría tiene la simpatía de la magia.  
No perdiste la inocencia, sólo la ocultas por miedo a la burla de los que sólo pueden catalogar  porque la perdieron. Déjala salir y recomenzarán los juegos de tus primeros años, pero enriquecido por la inteligencia. Libérate de los preconceptos de la memoria y mira todo como por primera vez, entonces te librarás del aburrimiento que ensombrece a los que creen saberlo todo.
Y no confundas a la actividad con la vida, ahí está el sol, exactamente ahí para que lo veas, ahí está el árbol hace muchos años para que te des cuenta de que es una maravilla. Libérate de la imagen que te ayudaron a forjar los demás y volverás a la inocencia, que es nuestro estado natural. Entonces estarás contento con las arrugas que confirman todo lo que viviste. Es más, sólo en la inocencia sentirás que eres parte de todo lo que te rodea, es decir que sólo en la inocencia puedes ver a Dios. 

Por Facundo Cabral.

viernes, 25 de mayo de 2012

Hasta siempre



A ti, a mí, a nosotros, 
por lo que fuimos y lo que somos... 
Carmen Gloria.



Confieso que he vivido según me fue saliendo. Según me surgió, según me lo fue pidiendo el corazón, la luna y los aguaceros.

Confieso que siempre intenté mantener en pie todo aquello en lo que sigo creyendo, que a veces lo conseguí y que en otros ratos esgrimí banderas que me distorsionaban por completo.



Confieso que amé y que fui amado, que canté y fui cantado, que soñé y fui soñado.



Confieso que pasé largas veladas a la deriva de mi mismo. Que encallé en los lodazales oscuros de la inexperiencia. Que planté banderas y árboles frutales en arenas movedizas. Que fallé, que caí, que mentí, que lloré, que sin quererlo o sin saber que lo quería hice daño, que me equivoqué con uñas afiladas unas veces y con la zarpa almohadonada, otras...



Confieso que busqué, busqué, busqué... confieso que nunca perdí la fe, y aunque alguna vez deambulé desorientado nunca me rendí hasta encontrar la ruta hacia el dorado.

Confieso que busqué, busqué, busqué... confieso que interpreté con tal fiereza mi lucha que al final acabé encontrando...

Confieso que concurrí con la alegría... confieso que he vivido... confieso que por ello y por como me dejaron vivir estaré siempre en deuda con los dioses, con el mundo y con el ser humano...

Confieso que he vivido... confieso que soy consciente del regalo.



Confieso que he vivido, Pablo Neruda.

martes, 17 de abril de 2012

Caminata



La Alameda atochada de autos. Estado con Huérfanos plagado de personas. En Mac Iver con Huérfanos un Transantiago avanza sobre un paso de cebra, mientras turistas lo fotografían. Santa Lucía y sus autos; en cambio, el cerro y sus parejas. En Portugal, vendedores ambulantes ofrecen sus productos a gente desinteresada. Gente de la calle afuera de la Posta Central. Un actor compra una revista en un servicentro. Por último, Marín.

Al fin, compro una botella de agua y bebo un sorbo para pasar la sed de este Santiago seco y rápido que, después de todo, tiene una vida bastante especial.

domingo, 8 de abril de 2012

Ausencia



Ausencia: 
Un vacío que se siente en el corazón
En las venas
Un dolor de ojos, de cuerpo, de pelo
Una mirada al horizonte
Pisar hojas amarillas, secas, desfallecidas en el pavimento
Una larga siesta
Una lágrima esporádica, a veces un centenar de ellas
Anhelo 
Nostalgia 
Nudo en la garganta.







viernes, 23 de marzo de 2012

El grito


Había fiesta fuera de mi departamento y yo quería dormir. En realidad, necesitaba dormir. Terminada mi paciencia, decidí asomarme por la ventana. Dí un grito estruendoso y fiero: ¡Silenciooooo! Todos se volvieron hacia mí, estupefactos, mientras sus bocas se cerraban y sus ojos se abrían. Comenzaron a caer de sus manos las copas y cigarrillos que segundos antes degustaban y repentinamente fueron desapareciendo una a una las siluetas de quienes antes gritaban de júbilo. Ahora sólo parecían sombras petrificadas por la potencia de mi voz que todos habrían escuchado si, en realidad, me hubiese asomado por la ventana.


Autora:  Luciérnaga, nueva colaboradora de este blog.

lunes, 19 de marzo de 2012

Otoño



Y el verano se fue... y llega el tiempo del amarillo, de los árboles deshojados, de las tardes cortas, de los corazones silenciosos. El tiempo de callar y escuchar, de observar, de no explicar, de no juzgar. El tiempo de sentarse en una banca a contemplar el atardecer, mirar el horizonte... buscar el infinito.   

jueves, 8 de marzo de 2012

Papeles y palabras

Hace un día comencé a desprenderme de mi pasado... Sí, ya era hora de botar aquellas viejas fotocopias de textos que leí alguna vez en Letras y, luego, en Pedagogía. Después de llenar tres grandes cajas de plástico con cuanto papel pasó por mis manos, decidí que no podía seguir acumulando más cosas. En realidad, no porque no quisiera o porque me molestaran, simplemente porque ya no iba a leer todo lo que allí se encontrara. Eso es un hecho, con los años al parecer una se pone más selectiva.

Entre todos esos papeles, encontré un cuaderno de un curso que tuve en Formación General, durante Letras, que se llamó Arte Musulmán en España. En esa época deseaba poder hacer cinco cursos de la misma área para obtener el Certificado en Estética Oriental, pero por temas de horario no pude, así que me conformé con realizar dos cursos en esta área junto a la profesora María Teresa Viviani, del Instituto de Estética de la P.Universidad Católica. Resulta que en la portada de este cuaderno alguna vez anoté una cita de un libro titulado Cervantes y el Islam: El Quijote a cielo abierto, de Antonio Medina Molera. Hoy deseo compartir esas palabras con ustedes, pues nunca antes me hicieron mayor sentido: 

Mi corazón ha sido capaz de revestir todas las formas: es pasto para las gacelas y convento para los monjes; templo para los ídolos y Kaaba para los peregrinos, las Tablas de la Torah y el libro del Corán. 
Mi creencia es la del amor; allí donde se encamine la caravana del amor, allí van mi corazón y mi fe.
Ibn al-'Arabi

Tal vez lo fascinante de desprenderse de ciertas cosas pasadas es que de tanto escarbar y escarbar puedes encontrar algo que, al reactualizarse, te llena de sentido en un presente que nunca imaginaste. 



domingo, 4 de marzo de 2012

Melodía nueva


Y así fue como el lápiz musical
comenzó a escribir una melodía sin igual
Una dos tres notas
emergen de su alma inquieta

La noche llega
y el lápiz musical no cesa
¿Qué nueva melodía
alberga su alma inquieta?

Escribe que escribe
y no se contenta
Es que el lápiz quiere
una melodía nueva

La mañana llega
y el lápiz al fin cesa
¿Qué nueva melodía
reveló su alma inquieta?

martes, 14 de febrero de 2012

Transformando

 El Otoño. Giuseppe Arcimboldo

Sentada en la jardinera, fumando un cigarrillo, he observado los árboles, las plantas, las hojas. Quizá en otro momento hubiera entristecido al ver que muchas de ellas ya están teñidas de amarillo. Sin embargo, hoy he observado su ritmo, sin juicio alguno, y me han parecido maravillosas. Están cambiando, se están transformando. Las hormigas también lo anuncian: el verano avanza y el otoño lo alcanza. Así es, nada escapa de la ley universal.

jueves, 9 de febrero de 2012

Las casitas del barrio alto


Hace dos días pensaba justamente en este tema. Por supuesto, Víctor Jara lo dice con mucha más poesía... ¡Qué gran pensador y cantautor fue! Con todo mi respeto, dejo este video en el que dice y canta un par de verdades.


¡Ah! Y por favor, abra el link y escuche el video completo... No le vaya a pasar que piense - como un tal señor D. - que Víctor se inspira en el tema "Little Boxes" interpretado por Pete Seeger sin reconocerlo. ¡Hayase visto tal cosa!  

martes, 7 de febrero de 2012

Espectadores



Damián fue presa de una emoción que nunca antes había experimentado. Las luces, los sonidos, los cuerpos, los colores, los movimientos eran algo nuevo para él. Sin querer perder un minuto de vista el espectáculo, el joven miró de reojo a su abuelo, Don Antonio, quien lo había invitado al teatro a ver esa obra de danza. El joven se preguntaba cuál sería el propósito que tuvo para llevarlo a ese lugar.

El espectáculo continuaba y Damián seguía absorto por la danza que impregnaba sus sentidos. Pensaba en todas las noches en que se había dormido imaginando encontrarse exactamente en el lugar en el que ahora estaba. Luego, recordó el patio trasero de su casa en el que tempranamente, con a penas cinco años, ensayaba coreografías que él mismo creaba.

De pronto, la música dejó de sonar, el escenario ennegreció y una luz tenue iluminó la silueta de un bailarín, quien comenzó a mover su cuerpo al ritmo del silencio. El joven sintió que su corazón iba a estallar de la emoción. A su vez, Don Antonio pensaba en que eso era todo lo que él había soñado en su vida. Miraba al bailarín sobre el escenario y recordaba con nostalgia que él nunca pudo bailar por los prejuicios que existían en su época. Al viejo se le llenaron los ojos de lágrimas.

Damián se volteó para mirar a su abuelo. Joven y viejo se encontraron. Sus miradas dijeron más que cualquier palabra. Damián sentía un profundo sentimiento de agradecimiento hacia su abuelo, pues ahora entendía que esa invitación no había sido casual, sino un impulso para hacer de él lo que llevaba impreso en el alma. La danza sería su vida.

Así fue como el nieto y el abuelo permanecieron ahí, sentados en completa quietud, unidos por la emoción de un instante único que siempre recordarían.

domingo, 5 de febrero de 2012

Memorias de un viaje de película. Parte IV y final.


Me desperté al sentir a LM. levantarse y vestirse rápidamente. "Me quedé dormida" me dijo. "Todavía alcanzo a ir a misa". Yo no sabía bien qué pasaba, aún tenía un poco de sueño. Seguí acostada hasta que sentí que L. salía del baño. Me asomé por la ventana, corría bastante viento con lluvia. Escuché que abajo M. le dijo a LM. que él la iba a dejar a la iglesia. 

Con la calma que me caracteriza, escogí la ropa que me pondría ese día de lluvia; luego, me duché y perfumé. Bajé a tomar desayuno. L. ya había comido, así que estaba en el netbook. Me preparó una tasa de té mientras yo cortaba un trozo del kuchen de frambuesa que compramos el día anterior. ¡Estaba increíble! Muy fresco y sabroso. Terminaba de tomar desayuno cuando llegó a la cocina MJ., hijo de M. y sobrino de LM. M. ya nos había dicho que su hijo regresaría de Viña del Mar a hacer su práctica. Nos saludamos y él siguió su camino hacia el lavaplatos. Comentamos unos asuntos con L. De pronto, sentí el timbre; fui a abrir la puerta: era LM. que ya había llegado de misa. "Tan pronto llegaste" le dije. "Sí, una hora duró la misa. A ratos estaba así" e hizo un gesto de sueño. Entramos a casa riendo. 

Reunidos todos en la cocina, comenzamos a realizar los preparativos para el almuerzo. M. nos había dicho que cuando llegara MJ. cocinaría bifé de chorizo con tocino. El día anterior ya habíamos comprado algunas cosas en el super, pues nosotras, además, quisimos que el bifé fuera a lo pobre con papas duquesas. Como faltaban algunas verduras, MJ., LM. y yo las fuimos a comprar. 

En la veguita, compramos limones, palta, duraznos, uvas y un melón calameño. MJ. compró las bebidas.

Una vez en casa, M. tenía todo preparado, listo para cocinar. Le pedimos que esperara una hora, pues aún no teníamos hambre. Él no se mostró muy de acuerdo, pero qué diablos, era minoría. Mientras conversábamos, a MJ. se le ocurrió que podía realizar un pequeño picadillo. Sirvió maní en un plato y a cada uno le ofreció algo de beber. Cuando fue mi turno, con mucha soltura y con una inocencia particular me dijo: "¿y tú ardilla?" (este es el sobrenombre que LM. me acuñó luego de dos anécdotas). La risa de L., LM. y yo se hizo sentir de inmediato. Fue como si mi nombre hubiera sido ardilla. "Pero si así te llaman todos desde que llegué" dijo. Y tenía razón, me llamaban "ardilla" o "ardi". Le pedí una Coca cola aún en medio de la risa.

M. sintió que ya habíamos esperado lo suficiente, así que comenzó a cocinar el bifé. Por su parte, MJ. puso las papas duquesas en el horno y se encargó de preparar la ensalada de lechuga con palta. L. preparó la ensalada de tomate. No recuerdo exactamente qué hicimos LM. y yo. Parece que conversábamos... en mi caso, lo mejor que sé hacer hasta ahora.

El aroma que salía de la cocina era dionisíaco. No hay palabras para describir la mixtura de aromas que emanaban de las ollas y del horno. Aún se me hace agua la boca cuando lo recuerdo.

Comenzaron a salir los platos y una vez que estuvieron todos listos, nos sentamos a la mesa. Cada uno estaba totalmente extasiado con los sabores diversos de la comida, realmente M. se lució como cocinero. Para beber había vino y bebida. Disfrutamos muchísimo el almuerzo.

En medio del festín, se gestó una conversación muy interesante. Hablamos de diversos temas, de los cuales MJ. protagonizó varios, pues, como pudimos apreciar, es un hombre bastante inquieto y reflexivo. Aprovechamos el pie de la conversación para planificar el resto de nuestro día. M. nos había dicho que podíamos visitar una parte de la carretera austral, así que le cobramos la palabra. A penas terminamos de comer, nos paramos de la mesa inmediatamente.

Salimos en medio de la lluvia. M. tomó el camino de la costanera y pudimos apreciar los cuatro cruceros que  habían llegado a la bahía de Puerto Montt. M. le insistió a L. para que tomara una foto.

Seguimos el camino por la costanera; pasamos por Pelluco y por otros lugares cuyos nombres no recuerdo.

El camino que comenzamos a recorrer era hermoso. A un lado el mar y, al otro, cerro y bosque. Todo lo que había alrededor era naturaleza silvestre; una que otra casa adornaba el entorno. En medio de ese paisaje, las fantasías que alguna vez imaginé cuando pequeña vinieron a mí: bosques, hadas, seres que habitan en las aguas, en los troncos, gnomos, etc. No pude evitar imaginar cómo sería mi vida en ese lugar.

Recorrimos un buen trecho hasta llegar a una localidad llamada Mitri, ahí nos devolvimos. Pasamos a una feria costumbrista que la junta de vecinos de ese lugar había organizado. Pudimos apreciar diversas comidas. El barro a ratos dificultaba el paso, pero seguíamos. De pronto, mientras caminábamos, dimos con los baños móviles que M. nos había mostrado hace dos días. Lo miramos con cara de sorpresa al tiempo que le dijimos: "¡Eso era! ¡Lo tenías todo fríamente calculado! ¡No das puntada sin hilo! Nos dio mucha risa, porque nos dimos cuenta de que hasta eso M. lo había pensado. Creo que nos sorprendimos de su rapidez mental. Terminamos de recorrer la feria y nos fuimos.

La carretera de regreso era aún más atractiva, ya que pasar dos veces por  el mismo lugar permite ver otros detalles del paisaje. Esta vez M. se desvío por un camino desconocido para nosotras; era un camino estrecho rodeado de árboles a los costados. Unos perros nos ladraron como si hubieran anunciado nuestra llegada.  M. detuvo el jeep frente a dos casas; su intención era visitar a unas personas para obtener firmas para el señor candidato a alcalde, pero no había nadie, así que tuvimos que marcharnos.

Fotografía: Luisa Campos Ponce.


No volvimos a tomar la carretera, sino que nos internamos por un camino que nos condujo al lugar más bello que he visto en mi vida hasta ahora: rodeada de colina boscosa, se situaba una lagunilla formada por agua del mar que estaba próximo a ella. Nos bajamos inmediatamente para contemplar la belleza del lugar. A penas se escuchaban unos pajarillos; el resto era silencio. Cerca de la orilla se encontraba un bote, nos subimos a él para sacarnos fotos.

Me aparté un momento para guardar ese instante en mi memoria y para escuchar detenidamente los sonidos que emergían de la naturaleza. Cerré los ojos y respiré profundamente. El viento me acariciaba el rostro y el canto de los pájaros sonaba en mis oídos como una tierna melodía. Hubiera querido permanecer así durante mucho tiempo, realmente quería ser parte de esa naturaleza. No sé cómo explicarlo. Mi sensación era de querer fundirme con ella y, de pronto, fui presa de una gran emoción.

Salí de aquel estado de contemplación cuando escuché que L. me llamaba. Ella estaba junto a M. y a LM. cerca del jeep; en cambio, MJ. estaba apoyado en el bote y yo cerca de la laguna. L. me dijo que posara junto a MJ. para una foto, y así lo hicimos. En seguida, me fui a otro lado de la laguna, pues allí se encontraba LM. lanzando piedras al agua. L. también llegó hacia nosotras y las tres comenzamos a lanzar piedras al mismo tiempo para que las ondas de agua se juntaran. Así estuvimos un buen rato hasta que M. nos llamó para que nos fuéramos. Como cábala para volver al lugar, LM. y yo lanzamos piedras de espalda a la laguna con la seria convicción de que volveremos. 

El lugar más bello. Fotografía: Luisa Campos Ponce.


Nos subimos al jeep y partimos. Regresamos a la casa de los conocidos de M., pues ya habían llegado. Ellos amablemente insistieron para que entráramos a su casa a beber café y nosotros accedimos. Nos sentamos en una mesa situada en el ala de que tenía vista al mar. Realmente la casa, construida sólo de madera con troncos de alerce al aire, era bellísima y más con la vista que tenía. Disfrutamos el café en torno a una interesante conversación con los dueños de casa. Paula, la esposa del amigo de M., nos contó sobre su experiencia profesional en la zona, lo que nos pareció demasiado interesante y motivador. Ya había pasado cerca de una hora, así que decidimos emprender marcha. Nos despedimos de las personas agradeciendo su generosidad y nos fuimos.

Cuando llegamos a Puerto Montt, MJ. nos preguntó si queríamos conocer un lugar místico. Evidentemente nosotras aceptamos, pues, además, era la hora de la puesta de sol. MJ. nos condujo hacia un cerro desde el cual se podía observar toda la ciudad. Claramente era un lugar místico. Me hubiera gustado tener en ese momento un cojín para sentarme durante horas a observar la lejanía del mar, pero como no era posible, guardé la imagen en el álbum de mis recuerdos. M. nos contó algunos episodios de su juventud, a propósito del lugar en el que estábamos; nos reímos bastante. 

Antes de irnos, LM. y yo nos quedamos en silencio para sentir la naturaleza. Permanecimos así por unos minutos y luego nos encaminamos al auto. En el camino reflexionamos sobre la importancia de vivir el presente desde todos los sentidos. 

Durante el almuerzo habíamos decidido que para cenar compraríamos sushi, así que del lugar místico nos fuimos a un delivery. Nos bajamos con la idea de cenar en el lugar, pero M. tuvo la buena idea de que mejor pidiéramos para llevar, pues estaríamos más cómodos en casa. 

Compramos bastantes rolls y nos fuimos. Al llegar a casa, pusimos la mesa y comenzamos a disfrutar de los rolls más gigantes y desarmados que podríamos haber comprado; era imposible llevárselos completamente a la boca sin que se partieran. Por supuesto, nos ocurrieron ciertos chascarros que nos hicieron reír largo rato. Fue una excelente velada.

Sabíamos que esa noche nos quedaríamos conversando hasta tarde, pues ahora contábamos con la presencia de MJ., y aunque al día siguiente teníamos que estar a las 12.00 pm. en el aeropuerto, nada nos inquietó esa noche. Conversamos temas muy interesantes. Me gustó mucho escuchar la opinión de todos, ya que dentro de la variedad, tenía un trasfondo muy social. Además, la lluvia y la música de ¡Tracy Chapman! le imprimían un aire muy de película a ese momento (ok. Tal vez en mi mente cinematográfica era así, pero ya saben… no puedo escapar de mi imaginación).

A las 3 am. decidimos que era buena hora para ir a dormir. Procuramos dejar arregladas las maletas para no tener inconvenientes al otro día. LM. y yo nos acostamos tipo 4.30 am., pero no conseguimos dormir hasta pasadas las cinco, ya que seguimos conversando y comentando nuestro día. Como de costumbre, LM. abrió un poco la ventana para escuchar el sonido de la lluvia. Esta vez ambas, en silencio, escuchamos de forma intensa, pues sabíamos que era la última noche de nuestro viaje.

Nos despertamos a las 10 am. La idea era esperar a M. listas cuando nos pasara a buscar. Nos duchamos, vestimos y desayunamos los últimos trozos del kuchen de  miga de frambuesa. Luego, aprovechamos de fumar un último cigarro en el quincho del patio, observando la lluvia. Sólo faltaban 20 min. para que M. pasara por nosotras, así que cada una, terminado el cigarro, se alistó e hizo los últimos arreglos.

Al fin, M. llegó. Las tres nos despedimos de E. y de MJ. Yo fui también donde las perritas Luna y Lunita, ya que no podía dejar de acariciarlas por última vez.

Así fue como en medio de la lluvia abandonamos Puerto Montt y nos encaminamos al aeropuerto. En el auto programé desde mi celular a Los Beatles, bajo una necesidad imperiosa de frenar la nostalgia que me provoca siempre dejar un lugar y personas que han despertado mi cariño.

En la entrada del aeropuerto nos despedimos cariñosamente de M. y le agradecimos infinitamente su hospitalidad, generosidad y simpatía. Le prometimos que cuando llegue a vivir a Santiago iremos al Mesón Nerudiano (o ¿Mesón de Juliano?).

Dentro del aeropuerto hicimos la fila para pasar nuestras maletas. Estábamos aún en la cola cuando se nos acerca una chica a decirnos que nos situáramos en una fila más expedita. Pasamos nuestras maletas sin ningún problema. A las 12.10 hrs. teníamos que estar en la puerta, así que con todo el relajo del mundo, fuimos a mirar una tienda y, luego, fumamos unos cigarros afuera del aeropuerto. De pronto, LM. tuvo la gran ocurrencia de preguntar la hora. Miré mi celular y marcaba las ¡12.40! “¡Oh, no!” dijimos al unísono y salimos corriendo. El avión salía en 10 min. No supimos cómo no nos dimos cuenta de la hora; parece que aún éramos presa de un relajo único. Embarcamos casi de las últimas. Esta vez yo me fui a la ventana, L. al medio y LM. al pasillo. Antes de que el avión partiera LM. nos entregó un obsequio a L. y a  mí. Las dos muy emocionadas agradecimos el gesto y abrimos nuestras bellas bolsitas de papel, que contenían: una hermosa postal plegable de Frutillar; un original imán de pingüino que decía “Puerto Montt”; para L. una mini polera de la zona y para mi unos bellos aros de macramé en tonos rosa. Agradecimos nuevamente a LM. el lindo recuerdo y nos abrochamos nuestros cinturones. El avión se elevó en el cielo.

Las tres sacamos nuestros libros para leer. A ratos compartíamos algunos pasajes que nos llamaban la atención, nos mirábamos emocionadas y retornábamos a la lectura. En ocasiones me gustaba mirar las nubes;  imaginaba que el paraíso debería ser algo muy similar a lo que vivimos esos cinco días en Puerto Montt: días de bellos encuentros, inundados de poesía, misticismo y  amistad. Cerré los ojos y agradecí a Dios por aquel regalo; luego, miré a mis amigas y, en medio de la paz única que se siente cuando se está en armonía con la vida, volví a la lectura. 

jueves, 2 de febrero de 2012

Memorias de un viaje de película. Parte III

A penas cruzamos el umbral de la puerta del casino, nos llamó la atención una ruleta. Yo jamás había jugado así que sólo seguí a los expertos. Comenzamos con pequeñas apuestas. LM. y L. inmediatamente ganaron. M. y yo no. Bueno, seguimos, total así es el juego. De pronto, gané una pequeña cantidad (algo es algo) hasta que lo perdí. Nos fuimos los cuatro hacia otro sector, pues al parecer la ruleta no era nuestra ese día. M. se encontró con un colega amigo y se puso a conversar. L. y yo nos fuimos a una máquina tragamonedas. LM. hizo lo mismo, pero a otro sector. L. ganó una cantidad de dinero. Yo, temiendo correr la misma mala suerte de siempre, comencé a jugar con el objetivo de recuperar el dinero que había perdido en la ruleta. Primer intento: game over, segundo intento: game over, tercer intento: game over, hasta que, de pronto, ¡gané cinco mil pesos! Un tesoro a esas alturas. Feliz por haber recuperado lo que perdí en la ruleta, abandoné la máquina. "Hay que saber cuando retirarse" me dije. Ojalá hubiera aplicado el mismo principio diez minutos después.

Me separé de L. y comencé a recorrer el casino sola, hasta que en una máquina vi sentada a LM. Llevaba 20 mil pesos ganados. La miré con cara de pregunta y ella a mi cara de sorpresa. "No entiendo nada de lo que pasa. Le puse dos lucas y de pronto comencé a ganar" me dijo. Esa era su noche. Mire a una mujer que estaba sentada al lado de LM. y llevaba 80 mil ganados. Luego, veo a otro tipo en las mismas máquinas y llevaba ¡150 lucas! Al lado de él había una máquina vacía, así que no lo pensé dos veces y me senté con la convicción de que si todos ganaban, cómo no lo iba a hacer yo. Le puse 10 mil pesos. "Sólo hasta ocho mil, si no gano me retiro". Al comienzo gané, pero luego, comencé a perder. Se apoderó de mi una extraña obsesión. Me decía a mi misma que podría ganar. De pronto, se fueron los 10 mil. Mire a mi alrededor y todos seguían ganando. Le pregunté a M., que había llegado cerca de nosotras, si debería seguir. Él me dijo "dale no más". Así lo hice. Le puse a la máquina diez mil pesos más. Esta vez, el tipo de las 200 lucas comenzó a ayudarme. Me dio muchos consejos para ganar. Me dije "si este tipo anda con esa suerte, me la contagiará". Que absurda se puede llegar a ser cuando se quiere ganar a toda costa. Perdí los 10 mil. No me quedaba más plata. De pronto, el tipo de al lado se fue con las 200 lucas, lo que me pareció una esperanza "¿Y si trato de ganar en su máquina? le pregunté a mi consciencia. Fui al cajero y saqué 7 mil. Llevada por una fuerza extraña me senté en la máquina del tipo y comencé a jugar. En menos de 15 minutos había vuelto a perder. ¡No puede ser! Fue como despertar de un sueño amargo. Vi a mi alrededor y la mujer de al lado seguía ganando. LM. también. Tomé mi ticket por 180 pesos y me paré de la silla con un cargo de consciencia enorme que, pasado los minutos, se transformó en amargura. "No supe cuando retirarme" me recriminé. La lección de esa noche fue justamente esa, saber cuando parar. 

Visité a LM. en su máquina unas tres veces, para no llevarle mi mala suerte, y cada vez ganaba más. Me fui a conversar con el amigo de M. y con L. a la barra. No podía prestar atención a la conversación, ya que mi estado de amargura me superaba. Pasó como una hora y llegó LM. con M. Ella nos dijo que M. había pulsado el botón "cobrar" de su máquina. Nosotras en un tono de recriminación le preguntamos a M. por qué le había hecho eso a nuestra amiga. Él nos respondió que lo hizo para que LM., su hermana, no perdiera. Pero LM. sabía que esa noche podría haber ganado más dinero. 

Con los triunfos y las derrotas nos fuimos al auto. Estábamos contentas porque LM. había ganado 30 veces lo que había puesto en la máquina. Reflexionamos sobre el buen negocio de un casino y como hay ciertos asuntos que sólo los resuelve la suerte. 

Al llegar a casa, L. y LM. se sentaron a conversar. Yo me fui al computador a ver videos de danza árabe. L. sabía que algo me pasaba, pero respetó mi silencio y no me preguntó mayormente. Algunos indicios de mi molestia le di más tarde. 

Esa noche nos fuimos a dormir. Durante la madrugada comenzó a llover. 

Al despertar en la mañana, notamos que estaba muy nublado y que todo indicaba que seguiría lloviendo. Como ya habíamos descartado que no iríamos a Chiloé, no teníamos nada pensado para ese día sábado. Durante el desayuno, M. nos dijo que había invitado a unos amigos a su casa para el almuerzo y que E. cocinaría curanto con milcao y chapalele. Nos pareció más que atractiva la idea de quedarnos. Faltaban ciertas cosas que comprar en el supermercado, así que M., LM. y yo nos encargamos de eso. L. se quedó en la casa colaborando con E. 

Nuestras compras en el super tuvieron el mismo tinte dramatizado que el primer día. Parece que algo ocurre en ese espacio de compras que invita a la liviandad. Compramos vino, verduras, leche, entre otros productos. Con las compras listas nos fuimos a la casa.

Los amigos de M. ya habían llegado. E. tenía listo el curanto con el milcao y el chapalele. Los vinos estaban puestos en la mesa. Antes de sentarnos nos tomamos algunas fotos. Comenzamos a comer. ¡Que cosa más rica el curanto! Disfrutamos cada una de las delicias preparadas. Para qué decir cómo estaba el caldillo . Inolvidable. Antes de terminar de comer llegó a la casa el invitado de M. que faltaba: un señor que se postularía como alcalde de Puerto Montt. Conversamos un rato con él. Al parecer, su visita se relacionaba con unas firmas que debía obtener para su candidatura. M. solidariamente se ofreció a ayudarlo con la recolección de firmas. Después de un rato el señor se fue y M. decidió que el también lo haría pues tenía hora en la peluquería. De este modo, las tres nos quedamos solas en la casa.


Curanto preparado por E. Fotografía: Luisa Campos Ponce.

El curanto no tardó en hacer efecto. Comenzamos a sentir mucho sueño, por ello, L. y yo decidimos ir a dormir siesta. LM. se quedó viendo televisión en la habitación de M.

Pasaron aproximadamente dos horas y nos despertamos. Con LM. teníamos la seria intención de ir a visitar la librería Sotavento que quedaba en pleno centro; ella nos había dicho que era un lugar de ensueño y con muy buenas ofertas por lo demás. A esas alturas de la tarde, M. ya había llegado a casa y se quejó de que no lo invitábamos a nuestros panoramas. Nosotras, con mucha ternura, le dijimos que por supuesto él estaba invitado, es más, decidimos que después de la librería lo invitaríamos a tomar onces a un rico lugar. Con esa idea en mente partimos los cuatro al centro. Llovía bastante, así que nos abrigamos para la ocasión.

Al entrar a la librería, ricamente perfumada, capturó nuestra atención un mesón con libros en oferta. L. y yo comenzamos a hurgar, mientras LM. se fue al sector de artes. M., por su parte, conversaba con la dueña de la librería, conocida suya. Estuvimos más de media hora explorando aquel lugar que, para tres amigas lectoras, puede ser un paraíso. Después de media hora M. comenzó a presionarnos, pues la dueña debía cerrar. Después de ver muchos libros, LM. decidió llevar uno llamado El código secreto, sobre la proporción áurea en las artes y la ciencia; L.una antología de Pablo Neruda de la editorial Alfaguara, a un excelente precio; y yo, Mi vida, una autobiografía de Isadora Duncan. LM. me había dicho la noche anterior que me regalaría un libro para que no sintiera tanto la pérdida de la plata en el casino. A pesar de que yo sentía que no era necesario, pues uno debe aprender de ciertas experiencias, acepté muy agradecida el regalo. Felices las tres por nuestros nuevos libros, nos fuimos de la tienda.

Cruzamos la calle para dejar los libros al auto y nos fuimos a un café que M. conocía. Era el lugar que buscábamos. Ofrecía deliciosas tortas, kuchen, tartas, strudel, etc. Emocionadas, nos sentamos en una mesa que M. había encontrado, cuya vista daba hacia la costanera. L. pidió un jugo de piña con una tarta de frambuesas; LM. un jugo de piña con una tarta de frutillas; M. un jugo de mango con una torta de hojarasca frutilla crema; y yo, un chocolate con un strudel caliente con helado de vainilla. O sea, fue una once de reyes  y reinas.

Ya estábamos terminando de comer, cuando en frente se estaciona una camioneta blanca y de ella baja un hombre muy guapo. Era pálido de rostro, con una frondosa barba color castaño claro, del mismo tono que sus cabellos. Llevaba un pantalón rojo y un polar verde. Las tres nos miramos adivinando a qué lugar se dirigiría el joven buen mozo. Nuestra sorpresa fue grande cuando, luego de acomodar unas cajas, cruzó la calle en dirección al café. "Juan Pablo" lo llamó unas de las chicas que estaba en la vitrina de dulces. Él entró a la cocina. Lo perdimos de vista. Todo indicaba que la suerte, nuevamente, no estaba de mi lado. Por ello, mejor decidimos comprar un kuchen de miga de frambuesa, ya que algo nos decía que con él no nos equivocaríamos. Retornamos a la mesa a ponernos nuestras chaquetas, pues llovía bastante. Salimos del café aún saboreando la once que habíamos tomado.

En el café. Fotografía: Carmen G. Salas Jara.

Al llegar a casa, como de costumbre -desde que asumí arbitrariamente el cuidado de las perritas samoyedos de M., Luna y Lunita-, les di de comer su porción de alimento multivitamínico. Aproveché de jugar un rato con ellas y de regalonearlas. Me gustaba mucho acariciarlas, pues se entregaban fácilmente, sin ningún recelo. Cuando consideré que quedaron bien y que ya comenzaba a correr el riesgo de llenarme de "nuestras pequeñas amigas", entré a la cocina.

La noche lluviosa se prestaba para comenzar a leer nuestros libros. Las tres nos sentamos en la mesa de la cocina a compartir dos de nuestras pasiones: la lectura y la música. LM. y yo leímos fragmentos de nuestros libros, mientras L. nos leía las letras de las canciones que escuchábamos desde el netbook. Ya habíamos conversado la posibilidad de ver un documental de Mercedes Sosa, el último que grabara en vida con otros artistas, y como la noche se prestaba para ello LM. nos dijo que a las 22.15 hrs. comenzaríamos a verlo.

Llegada la hora, preparamos el living y un picadillo para  amenizar el video. LM. dio una bella e inspiradora introducción. Comenzó el video. Las emociones experimentadas en ese momento quedarán en lo más profundo de nuestros corazones. Cuánta pasión y sentimiento  nos pudo traspasar esa mujer, una bendición para Latinoamérica y todo el mundo. El documental ya había avanzado bastante cuando M. llegó a verlo con nosotras. También se emocionó mucho.

Cuando concluyó el documental, LM. fue en busca de más Late Harvest,  ya que la ocasión ameritaba una buena charla sobre nuestras opiniones. Fue así como comenzó otra de nuestras largas conversaciones nocturnas, acompañadas de la mejor música de Tracy Chapman. Esta vez nuestro desafío fue mayor, ya que decidimos comenzar a comprender el inglés, por ello nos concentramos muchísimo en algunas canciones para comenzar a traducirlas. Hubo buenos intentos, como con The Promise y I'm ready, pero con el resto, al parecer, nos pilló nuestro escaso manejo de vocabulario.

Cuando ya eran las 4 am. decidimos que lo mejor era dormir. Cada una pasó al baño para lavarse los dientes. Esta vez pasé yo de las últimas. Mientras me lavaba, grande fue mi sorpresa cuando en el lugar donde se dejan los cepillos hallé una ¡estalactita! Entre mi risa contenida llamé a LM., quien acudió en el acto a mi llamada. Le indiqué que mirara hacia la dirección del curioso fenómeno natural. Tardó un tiempo hasta que ella también lo consiguió ver. ¡No es posible! Nuestras risas comenzaron al unísono, al punto que L. tuvo que pararse de la cama para ver qué ocurría, ya que no era risa sino una especie de gemido la que dábamos. Creo que nunca habíamos reído tanto en nuestras vidas.

Con la imagen de la estalactita en mi cabeza, me fui a acostar. Como todas las noches antes de dormir, LM. y yo nos quedamos un rato conversando. A LM. le gustaba abrir un poco la cortina de la pieza para mirar las estrellas. En esta ocasión, también abrió un poco la ventana para escuchar el sonido de la lluvia y del viento, sonidos que hasta el día de hoy vienen a mi memoria y, de seguro, a la de ella.




martes, 31 de enero de 2012

Memorias de un viaje de película. Parte II.

Como el viaje tomaría cerca de 45 minutos, decidimos dormir una siesta. La primera parada del mini bus fue en Puerto Varas. En medio de la semi inconsciencia pudimos observar una linda callecita de estilo alemán que pronto dejamos de ver, pues Morfeo se apoderó nuevamente de nosotras. Cuando abrimos los ojos esta vez, nos encontramos en un pueblo rodeado de árboles y pequeñas casas sureñas: Llanquihue. La señalética de las calles era  completamente de madera, con un tipo de letra ad hoc al estilo. El amable chofer del mini bus se detuvo en un paradero a recoger a muchas personas, gesto que provocó el atochamiento del vehículo. En realidad, el problema no fue la cantidad de personas que subió al bus, sino que justo delante de nosotras se tuvo que sentar una pareja de adolescentes pololos que eran bastante "expresivos". A ratos queríamos lanzarlos por la ventana.

La primera señal de que habíamos llegado a Frutillar Alto fue que en una parada se bajó mucha gente (incluso los pololos expresivos). La belleza del paisaje se apoderaba de todos nuestros sentidos. Pronto vimos el lago Llanquihue y el volcán Osorno. Preguntamos al chofer dónde se encontraba el Teatro del Lago, nos respondió amablemente y, luego, nos dejó a una cuadra de él. Nos bajamos muy agradecidas del tranquilo viaje, reflexionando cuán importante es el trato cordial en las relaciones humanas.

Como polillas que van hacia la luz, caminamos hacia el Teatro del Lago asombradas por su grandeza. Si bien arquitectónicamente no era lo que pensábamos, la inigualable belleza del paisaje hacía de él un verdadero espectáculo. Observamos la programación de conciertos y ninguno coincidía con nuestra estadía. Luego vimos una llamativa tienda en la que vendían objetos ligados a la música y la danza. Por supuesto entramos. Partimos con la vitrina musical, que exhibía lápices y gomas con diseños de partituras de los grandes de la música clásica: Mozart, Beethoven, Bach. En seguida nos movimos a la vitrina de las musas de las artes, unas pequeñas estatuillas de porcelana y cera en frío. Otros lugares de la tienda ofrecían ropa de ballet y algunos souvenirs encantadores. Con LM. decidimos llevarnos un pequeño lápiz de diseño musical para el recuerdo.

Salimos de la tienda e inmediatamente quisimos recorrer el Teatro por fuera. Dimos la vuelta apreciando la vista que teníamos del volcán Osorno y del lago Llanquihue, al tiempo que nos tomábamos fotos para recordar ese momento. Del otro lado del teatro, se podía bajar a la playa. L. nos invitó a la orilla del lago para que nos sentáramos un momento. Fue una excelente idea. Nos sentamos las tres amigas a contemplar el lago. El cielo relucía. Las golondrinas que rondaban el teatro comenzaron a dar una inigualable función, llena de destreza y velocidad. En seguida se unieron las gaviotas y, para entonces, nos sentíamos en una butaca natural apreciando aquel número artístico que tenía como telón de fondo lo mejor de la naturaleza de nuestro país.  Nos quedamos bastante tiempo ahí, sintiendo la naturaleza y en completa gratitud por lo que se nos estaba regalando.

Ya eran alrededor de las 19.00 hrs. y nuestros estómagos nos dieron la pauta para irnos. Dejamos atrás la playa y nos pusimos a caminar con el propósito de encontrar un lugar donde tomar onces. L. había declarado hace días su deseo de comer torta. No nos hizo falta caminar durante largo rato para encontrar un lugar, pues al poco andar nos topamos con un café restorant que tenía unas buenas promociones de torta con café o té. Tomamos asiento afuera. Lo mejor del lugar era la vista hacia el lago y el Teatro. Conversamos bastante rato de diversos temas, al tiempo que disfrutábamos de nuestra exquisita torta de bizcocho nuez acompañada de un té ceylan. Cuando el viento nos anunció que pasaba la hora, decidimos pagar la cuenta e irnos. Caminamos largo rato por la calle principal que bordea el lago. Pasamos a diversos talleres artesanales, pero nada nos llamó demasiada la atención como para comprarlo. Seguimos así hasta que llegamos al muelle, una estructura de madera, a mi parecer, muy elegante. Este escenario despertó en nosotras toda una faceta de modelos. Una foto de L. semi posada. Otra foto de LM. estudiada a la perfección, nada podía arruinar aquella sonrisa ensayada y aprobada. Luego, una foto mía. Y así comenzó la sesión que terminaría llamando la atención de otros turistas que paseaban por el muelle. ¡Este lugar sí que es perfecto! ¡A ver, sonríe! ¡El pelo hacia un lado! ¡No, el pie al otro lado! ¡Ordénate la chasquilla! ¡Vamos, ahí sí! ¡Preciosa! ¡Dame más, dame más! Entre medio de cada palabra y cada pose, ¡cada vez más risas! Hubo momentos en que no podíamos articular palabra de tanto que nos reíamos. Para qué decir cuando L. tuvo que tomar la foto de sus pies patiperros desde el muelle, en dirección al teatro. Fue un verdadero escándalo. Esta fue la imagen: L. encaramada en el borde del muelle, LM. sujetándole las piernas para que se vieran los pies en perfecta dirección al muelle y yo sosteniendo la espalda de L. para que no se cayera hacia atrás. Por supuesto estallamos en risas. De pronto, una joven pareja se acercó a nosotras para que les tomáramos una foto en el lugar en el que estábamos. Al parecer, era un lugar estratégico para que las fotos salieran de lo más naturales. La encargada de fotografiar fue L., por supuesto. LM. dirigía la estética de la foto y yo... eh, bueno, cuidaba las carteras. Luego de habernos tomado todas las fotografías que deseamos, continuamos nuestro camino.

Una música llegó a nuestros oídos mientras cruzábamos la calle. A lo lejos se divisaba una orquesta militar. En menos de tres minutos ya estaba frente a nosotras. Aquellos hombres perfectamente vestidos tocaban diversos instrumentos que sonaban en una marcha. Cada uno tenía un gorrito que terminaba en punta, de la cual emanaban  numerosos flecos rojos. "Al estilo peluca de Lady Gaga" dijo LM. Nuestra risa se hizo sentir en todos lados.

Muelle de Frutillar. Fotografía: Luisa Campos Ponce.

Ya se hacía tarde, así que decidimos caminar hasta el paradero del mini bus, que debía pasar en un par de minutos más. Y así fue, no obstante, no contábamos con que se repletaría de personas. No nos quedaba de otra que esperar el último mini bus de las 21.00 hrs. Una noticia poco grata, ya que tendríamos que esperar 45 minutos más. Resueltas a no darnos por vencidas, LM. y yo partimos en busca de un baño y, de camino, aprovecharíamos de buscar otra opción de transporte que nos llevara a Puerto Montt. La solución no tardó en llegar: un amable colectivero nos recomendó ir hasta el terminal de buses de Frutillar Alto, pues desde ahí salían buses cada 10 minutos hacia Puerto Montt. Sin pensarlo dos veces, LM. y yo nos subimos al colectivo y pasamos a buscar a L. que nos esperaba en el  paradero. Cuando dieron las 21.00 hrs. ya estábamos en Puerto Montt.

Abordamos un taxi que nos llevó a casa. Al llegar, tomamos onces en la cocina. M. nos entregó el resumen del proyecto del cual hablaríamos al otro día en la reunión de su equipo en la Universidad San Sebastián. Después de leerlo, nos quedamos charlando largo rato las tres. De fondo: Tracy Chapman. Esa noche recordamos viejas historias de amor. Fue una gran conversación. 

Pasada las 3.00 am. nos fuimos a la cama. 

El tercer día nos sorprendió con un hermoso sol. Nos levantamos atrasadas, con unos rostros de espanto por el trasnoche. La reunión sería a las 9.30 hrs. por lo que ya no alcanzábamos a desayunar. Nos vestimos muy lindas para la ocasión y partimos con M. hacia la universidad. Ahí nos recibió un grato equipo de varones. Minutos después, M. hizo el enlace con N. de la Universidad Las Palmas, en España. Sostuvimos una conversación de una hora y un poco más. Finalizada la lluvia de ideas, nos fuimos a la cafetería, bebimos Nescafé y fumamos cigarros continuando con la conversación iniciada en la reunión. Esta vez se incorporó aún más el humor. Agradecimos la invitación a los tres caballeros y  partimos destino a Angelmó. 

El amable-señor-colectivero nos dejó justo en el inicio de la feria del lugar. Entramos a cada uno de los puestos que ahí se encontraban con la finalidad de comprar souvenirs para nuestra gente. Ya habíamos recorrido casi toda la feria, cuando a L. le comenzó una jaqueca. Preocupadas por su salud, decidimos abandonar el lugar e irnos a los puestos de comida típicos de Angelmó. M. no tardó en llegar. Reunidos los cuatro mosqueteros nuevamente, nos fuimos a almorzar platos exquisitos. Tratando de decidir lo mejor para todos, votamos por ir a casa a dormir siesta y, luego, si L. se sentía mejor, ir a Puerto Varas. 

Pasada las 18.00 hrs. nos despertamos todos y emprendimos marcha. M. nos llevó por un camino interno bellísimo. Primero, visitamos un nuevo proyecto de baños montados en un bus que tiene un conocido de M. Luego, nos detuvimos en el Colegio San Francisco Javier, de los hermanos Jesuitas, realmente hermoso. 

Cuando llegamos a Puerto Varas ya eran las 20.00 hrs. Estacionamos el auto e inmediatamente quisimos buscar un lugar para comer. Antes de encontrarlo, dimos con la Expo Los Lagos 2012, una feria de PIMES en la que se podían encontrar diversos productos que bien podían ser comprados como souvenirs. Realizadas algunas compras, seguimos con nuestra búsqueda del lugar para comer. Finalmente, dimos con el Café Haussman. Nos atendió un guapo joven de nombre Emanuel, argentino de origen y casado con una chilena. Lástima por mi, pero así es la vida.  Como no había opción con Emanuel, decidí intentarlo con una Barros Luco como premio de consuelo. ¡Y vaya premio! No tenía más estómago para digerir ese pan gigante. Para qué decir los crudos exquisitos que comieron M. y LM. Y la hamburguesa casera con palta, más el jugo (cercano a pulpa/mermelada) de arándonos que pidió L. Fue un magnífico festín. 

Con nuestros estómagos felices, compramos las últimas cosas en la Expo y emprendimos caminata dirección al Casino de la ciudad.