miércoles, 20 de octubre de 2010

Las Polillas

Desde pequeña me han gustado las polillas... las miro y las miro y no me canso de encontrarlas tan bellas! Tal vez se deba a que percibo en ellas, pequeños seres, una hermosura diferente. Admiro de ellas, por ejemplo, que generalmente aparezcan por las noches con un vuelo enérgico buscando constantemente la luz. Asimismo, admiro que siempre por donde pasan dejan una estela del brillo que desprenden sus alas, lo que hace que, aunque quieran, no puedan pasar inadvertidas y que, finalmente, terminen dejando su huella en todo objeto o ser en el que se posan. Realmente son admirables las polillas! Pues, a pesar de tanta belleza, son tan sencillas! Debe ser por todo esto que me agrada que se detengan sobre mi cuerpo, sin hacer nada por sacarlas de donde están, pues, de algún u otro modo, me gusta imaginar que parte de esa magia me la puedan traspasar.

martes, 12 de octubre de 2010

El miedo y la danza

Si el miedo me llenó de infelicidad en la niñez, multiplicó en cambio las posibilidades de mi imaginación y me llevó a exorcizarlo a través de la palabra; contra mi propio miedo inventé el miedo para otros, aunque
está por verse si los otros me lo han agradecido. En todo caso creo que un mundo sin miedo sería un mundo demasiado seguro de sí mismo. Desconfío de los que afirman nunca haber tenido miedo; o mienten, o son robots, y hay que ver el miedo que me dan a mí los robots. Julio Cortázar.


Hay ocasiones en que el miedo se convierte en el mejor aliado para permanecer inmóviles, disculpados de todo impulso que genere movimiento. En otras, se convierte en un fantasma que siempre pena cuando todo parece iluminarse.
Confieso que he sentido mucho miedo en mi vida, de hecho, creo que siempre ha sido mi copiloto. Quizá es por aquella inseguridad, ingrata compañera, que constantemente me visita o por aquellas experiencias inéditas que me quitaron una gran cuota de certeza sobre lo que esperaba de mi futuro. Y así como las palabras exorcizan ciertos temores, como fue el caso de mi querido Julio Cortázar, la danza ha sido para mí la mejor medicina; ella me ha enseñado a "cabalgar sobre el viento", a empaparme de vida y a dejar atrás muchos miedos e inseguridades. La danza me ha enseñado a convencerme de que para aprender una técnica se requiere tiempo, disciplina y voluntad, y, más aún, que para danzar debo escuchar mi corazón y verme con los ojos del alma. Es recién ahí cuando no existe el pasado, no existe el futuro... sólo un movimiento en el presente, un movimiento que fluye como un río y que se funde con lo más hondo de mi existencia hasta desaparecer y volver a nacer, dejando atrás todo juicio sobre mi.

jueves, 7 de octubre de 2010

La ironía de un amor

Nunca he sido seguidora de Arjona. De hecho, no simpatizo para nada con su estilo "trovadoresco". Sin embargo, por un virtuoso accidente, hace unos cuatro años atrás descubrí una de sus canciones que no me dejó indiferente. Es más, me reveló una bella sabiduría: que el amor no tiene un lenguaje definido. Sí, aquella canción me mostró que los seres humanos invertimos tanto tiempo de nuestras vidas buscando, imaginando, a una persona ideal como nuestro/a compañero/a de camino, ojalá parecido/a a nosotros cuando, al parecer, un amor tiene poco de eso y mucho más de diferencia, de "desidealización" ("poco de utopías" dirá Arjona). Claro, vamos detrás de un amor ideal como si lo que imaginamos fuera mucho mejor que lo que alguna persona nos puede mostrar en su autenticidad, tal cual es; como si nuestra propia imagen fuera la clave del amor correspondido, cuando, al parecer, todo indica que lo más entretenido es que cada persona aporte su cuota de diferencia para que el asunto funcione y nos entregue muchos momentos gratos, inundados de aquello que algunas personas han llamado felicidad.

El tema de la propia imagen me hace recordar el fatal mito de Narciso, quien vivió muchos años inconsciente de su belleza, ya que Tiresias predijo que si algún día veía su imagen en un espejo, sería su perdición... y así fue. Narciso murió tratando de alcanzar su propio reflejo en la orilla de un río (parece que los griegos tenían mucho que anticiparnos).

La siguiente es la letra de la canción de Ricardo Arjona que, como sea, siento que esconde un hermoso secreto sobre cómo vivir un amor.

Quién diría

Quién diría que el mink y la mezclilla,
podrían fundirse un día, quien diría.
Tu caviar y yo tortilla, quien diría,
Parece que el amor no entiende de plusvalías.

Tú vas al banco y yo prefiero la alcancía,
oigo Serrat y tú prefieres Locomía.
Tú vas al punto, yo voy por la fantasía,
parece que el amor no entiende de ironías.

Quién diría, quién diría que son años,
los que ya llevamos juntos de la mano.
Quién diría, quién diría que lo importante
es aceptarte y que me aceptes como humano.

Si que te amo y que me ames es una ironía,
que bendición la mía,
despertar junto a ti cada día.

Yo trovador y tú estudiante de economía,
tú con los números, yo con la filosofía.
Y aunque suene imposible en teoría,
al amor le importa poco las utopías.

Dice la gente que tú y yo no hacemos compañía,
por ser agua y aceite que ironía.
Si fuésemos iguales que apatía,
no tendríamos de que hablar cada siguiente día.

Quién diría, quién diría que son años,
los que ya llevamos juntos de la mano.
Quién diría, quién diría que lo importante,
es aceptarte y que me aceptes como humano.

Quién diría, quién diría que son años,
los que ya llevamos juntos de la mano.
Quién diría, quién diría que lo importante,
es aceptarte y que me aceptes como humano.

Si que te amo y que me ames es una ironía,
Que bendición la mía
Despertar junto a ti cada día.