sábado, 30 de enero de 2010

Abrí los ojos

Abrí los ojos. Como todos los días, al amanecer, me despertaba para sentir su presencia al otro lado de mi cama. Un sentimiento de paz me inundó cuando lo escuché respirar y cuando, al inhalar profundamente, sentí su dulce aroma. “Y pensar que compartimos estas sábanas hace un poco más de cinco años” me dije. De pronto, su mano y su brazo recorrieron mi cintura y, luego, su cuerpo se aproximó al mío. En ese preciso momento, justo ahí, en medio de la tranquilidad de aquella habitación de paredes blancas y cortinas rojas, descubrí que él era todo lo que había soñado en mi vida.