lunes, 26 de noviembre de 2012

No estás deprimido, estás distraído (Parte I)


No estás deprimido, estás distraído, distraído de la vida que te puebla. Distraído de la vida que te rodea: Delfines, bosques, mares, montañas, ríos. No caigas en lo que cayó tu hermano, que sufre por un ser humano cuando en el mundo hay 5,600 millones. Además, no es tan malo vivir solo. Yo la paso bien, decidiendo a cada instante lo que quiero hacer, y gracias a la soledad me conozco; algo fundamental para vivir.

No caigas en lo que cayó tu padre, que se siente viejo porque tiene 70 años, olvidando que Moisés dirigía el éxodo a los 80 y Rubistein interpretaba como nadie a Chopin a los 90. Sólo citar dos casos conocidos.

No estás deprimido, estás distraído, por eso crees que perdiste algo, lo que es imposible, porque todo te fue dado. No hiciste ni un sólo pelo de tu cabeza por lo tanto no puedes ser dueño de nada. Además la vida no te quita cosas, te libera de cosas. Te aliviana para que vueles más alto, para que alcances la plenitud. De la cuna a la tumba es una escuela, por eso lo que llamas problemas son lecciones. No perdiste a nadie, el que murió simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón. ¿Quién podría decir que Jesús está muerto? No hay muerte: hay mudanza. Y del otro lado te espera gente maravillosa: Gandhi, Michelangelo, Whitman, San Agustín, la Madre Teresa, tu abuela y mi madre, que creía que la pobreza está más cerca del amor, porque el dinero nos distrae con demasiadas cosas, y nos aleja por que nos hace desconfiados.



No encuentras la felicidad y es tan fácil. Sólo debes escuchar a tu corazón antes que intervenga la cabeza, que está condicionada por la memoria, que complica todo con cosas viejas, con órdenes del pasado, con prejuicios que enferman, que encadenan; la cabeza que divide, es decir, empobrece. La cabeza que no acepta que la vida es como es no como debería ser. 

Haz sólo lo que amas y serás feliz, y el que hace lo que ama, está benditamente condenado al éxito, que llegará cuando deba llegar, porque lo que debe ser será, y llegará naturalmente. No hagas nada por obligación ni por compromiso, sino por amor. Entonces habrá plenitud, y en esa plenitud todo es posible. Y sin esfuerzo porque te mueve la fuerza natural de la vida: la que me levantó cuando se cayó el avión con mi mujer y mi hija; la que me mantuvo vivo cuando los médicos me diagnosticaban 3 ó 4 meses de vida. Dios te puso un ser humano a cargo, y eres tú. A ti debes hacerte libre y feliz, después podrás compartir la vida verdadera con los demás. Recuerda a Jesús: "Amarás al prójimo como a ti mismo".

Reconcíliate contigo, ponte frente al espejo y piensa que esa criatura que estás viendo es obra de Dios; y decide ahora mismo ser feliz porque la felicidad es una adquisición, no algo que te llegará de afuera. Además, la felicidad no es un derecho sino un deber, porque si no eres feliz estás amargando a todo el barrio. Un sólo hombre que no tuvo ni talento ni valor para vivir, mandó matar seis millones de hermanos judíos. Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Tenemos para gozar la nieve del invierno y las flores de la primavera, el chocolate de la Perulla, la baguette francesa, los tacos mexicanos, el vino chileno, los mares y los ríos, el fútbol de los brasileros, Las Mil y Una Noches, la Divina Comedia, el Quijote, el Pedro Páramo, los boleros de Manzanero y la poesía de Whitman, Mäiller, Mozart, Chopin, Beethoven, Caravallo, Rembrandt, Velásquez, Picasso y Tamayo, entre tantas maravillas.

Y si tienes cáncer o SIDA, pueden pasar dos cosas y las dos son buenas; si te gana, te libera del cuerpo que es tan molesto: tengo hambre, tengo frío, tengo sueño, tengo ganas, tengo razón, tengo dudas ... y si le ganas, serás más humilde, más agradecido, por lo tanto, fácilmente feliz. Libre del tremendo peso de la culpa, la responsabilidad, y la vanidad, dispuesto a vivir cada instante profundamente como debe ser.

No estás deprimido, estás desocupado. Ayuda al niño que te necesita, ese niño será socio de tu hijo. Ayuda a los viejos y los jóvenes te ayudarán cuando lo seas. Además el servicio es una felicidad segura, como gozar a la naturaleza y cuidarla para el que vendrá. Da sin medida y te darán sin medidas.

Ama hasta convertirte en lo amado, más aún hasta convertirte en el mismísimo amor. Y que no te confundan unos pocos homicidas y suicidas, el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso. Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que le destruyan hay millones de caricias, que alimentan a la vida.


Por Facundo Cabral.

martes, 13 de noviembre de 2012

Mis verbos

Los verbos entrañan acciones. Y las palabras tratan de abarcar esas acciones, aunque a veces no lo logren con éxito. Nuestras acciones definen nuestro quehacer, nuestro mundo, lo que somos y lo que pensamos.
He aquí una muestra de mis verbos favoritos, terminados en -ar.


Comenzar
Caminar
Hablar
Conversar
Descansar
Regalonear
Tranquilizar
Cuidar
Movilizar
Ayudar
Acompañar
Mirar
Besar
Abrazar
Acariciar
Danzar
Cantar
Dar
Regalar
Amar

jueves, 8 de noviembre de 2012

La promesa de la primavera: lo eterno



"¿Y yo? Ante mí la eternidad. Yo, un disparo en la eternidad. Después de mí, la eternidad. Mi existir un suspiro entre dos eternidades. ¡Mi vida, pues, un disparo a la eternidad! No apegarme aquí, sino a través de todo mirar a la vida venidera. Después de mí la eternidad. Allá voy y muy pronto. Cuando uno piensa que tan pronto terminará lo presente uno saca la conclusión: ser ciudadanos del cielo, no del suelo"

San Alberto Hurtado, 1946.



Hace unos días, en medio de cierta incertidumbre y miedo por lo que ha estado aconteciendo en mi vida este último tiempo, le escribí a una de las grandes personas que conocí en Italia. Esta persona fue muy especial por todas las enseñanzas que me dejó; me dijo muy pocas cosas, pero me mostró muchas. Ya le había escrito antes, pero no me respondía, pues él es así: de muy pocas palabras. Sin embargo, esta vez respondió.

Dios va tejiendo las cosas de forma muy misteriosa. No sé cómo ni por qué, pero la respuesta de mi amigo apuntaba exactamente a lo esencial y me hizo pensar en algo: que en tiempos de primavera, cuando todo florece, es tanta la alegría que sentimos que fácilmente podemos caer en el apego, en la aprehensión, pues nos gusta tanto lo que estamos viviendo que no queremos que se acabe. Y este apego, además de quitarnos libertad, nos produce sufrimiento, falta de paz mental y, principalmente, nos desconcentra del aquí y el ahora.

Las palabras de mi amigo fueron las siguientes: "Acuérdate que los encuentros en la vida son para siempre así que mutuamente nos tenemos en el corazón". Este mensaje me caló muy profundo. Realmente no podemos dimensionar lo que producen ciertos encuentros en nuestras vidas. No obstante, esta visión presenta algo muy verdadero: si miramos cada encuentro importante en nuestras vidas como algo eterno, que es para siempre (independiente si se está o no en presencia del otro), no existe el "fin" y, por lo tanto, se termina el apego, se termina el miedo. Y desde allí surge la libertad, un querer permanecer con un otro disfrutando el presente... agradeciéndolo.

Buscamos la eternidad en las cosas que nos parecen buenas, que queremos, pero esto mismo si no lo enfocamos del modo verdadero nos perdemos en lo falso, en el miedo que no deja crecer nada, que quita libertad, hipotetizando sobre un futuro que no depende de nosotros, sino de alguien más grande.

Agradezco tanto que mi primavera me haya traído a personas maravillosas, que han estado ahí para recordarme las cosas esenciales que, como dice el Principito, son invisibles a los ojos.
Personas que con mucha sencillez me acompañan en mi vida, en el destino que se me tiene reservado.