jueves, 8 de noviembre de 2012

La promesa de la primavera: lo eterno



"¿Y yo? Ante mí la eternidad. Yo, un disparo en la eternidad. Después de mí, la eternidad. Mi existir un suspiro entre dos eternidades. ¡Mi vida, pues, un disparo a la eternidad! No apegarme aquí, sino a través de todo mirar a la vida venidera. Después de mí la eternidad. Allá voy y muy pronto. Cuando uno piensa que tan pronto terminará lo presente uno saca la conclusión: ser ciudadanos del cielo, no del suelo"

San Alberto Hurtado, 1946.



Hace unos días, en medio de cierta incertidumbre y miedo por lo que ha estado aconteciendo en mi vida este último tiempo, le escribí a una de las grandes personas que conocí en Italia. Esta persona fue muy especial por todas las enseñanzas que me dejó; me dijo muy pocas cosas, pero me mostró muchas. Ya le había escrito antes, pero no me respondía, pues él es así: de muy pocas palabras. Sin embargo, esta vez respondió.

Dios va tejiendo las cosas de forma muy misteriosa. No sé cómo ni por qué, pero la respuesta de mi amigo apuntaba exactamente a lo esencial y me hizo pensar en algo: que en tiempos de primavera, cuando todo florece, es tanta la alegría que sentimos que fácilmente podemos caer en el apego, en la aprehensión, pues nos gusta tanto lo que estamos viviendo que no queremos que se acabe. Y este apego, además de quitarnos libertad, nos produce sufrimiento, falta de paz mental y, principalmente, nos desconcentra del aquí y el ahora.

Las palabras de mi amigo fueron las siguientes: "Acuérdate que los encuentros en la vida son para siempre así que mutuamente nos tenemos en el corazón". Este mensaje me caló muy profundo. Realmente no podemos dimensionar lo que producen ciertos encuentros en nuestras vidas. No obstante, esta visión presenta algo muy verdadero: si miramos cada encuentro importante en nuestras vidas como algo eterno, que es para siempre (independiente si se está o no en presencia del otro), no existe el "fin" y, por lo tanto, se termina el apego, se termina el miedo. Y desde allí surge la libertad, un querer permanecer con un otro disfrutando el presente... agradeciéndolo.

Buscamos la eternidad en las cosas que nos parecen buenas, que queremos, pero esto mismo si no lo enfocamos del modo verdadero nos perdemos en lo falso, en el miedo que no deja crecer nada, que quita libertad, hipotetizando sobre un futuro que no depende de nosotros, sino de alguien más grande.

Agradezco tanto que mi primavera me haya traído a personas maravillosas, que han estado ahí para recordarme las cosas esenciales que, como dice el Principito, son invisibles a los ojos.
Personas que con mucha sencillez me acompañan en mi vida, en el destino que se me tiene reservado.

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