sábado, 23 de noviembre de 2013

Pocas palabras


Ya han pasado meses que no me ha salido palabra digna de ser fijada en un escrito. Desde hace meses que parece que me hubiera silenciado ante el mundo, como si este no me dijera absolutamente nada. ¿Será posible que la musa de la palabra se haya olvidado de mi puerta? ¿Será que olvidé darle mi nueva dirección? Es posible, siempre olvido muchas cosas. 

Es extraño pararme ante el mundo sin querer atraparlo en una palabra, ya que este ha sido mi estado natural desde que tengo memoria: querer nombrarlo todo y no conforme con ello, tratar además juzgarlo. Por ello, cuando ocurre algún acontecimiento que me silencia me siento desconcertada, torpe y poco natural. Creo que esto me pasa hace meses y no sé si es para bien o para mal, pero el hecho es que me preocupa. 

Me preocupa que las cosas puedan estar pasando delante de mis ojos y que no me hagan eco interior, que no queden en mi mente dando vueltas a tal punto de tener que recurrir al papel y al lápiz para dejar de pensar en ellas; me preocupa que pueda estar asumiendo posturas de otros y que esas ideas que no eran mías estén calando más profundo que las que sí lo eran; me preocupa estar transformándome en una persona acomodaticia, que abandona su pasión y deseos por un proyecto más tranquilo y confortable. 

El quedarse sin palabras puede ser algo sintomático, que revela procesos internos poderosos, que poco a poco toman forma. ¿Cómo poder averiguarlo? ¿Cómo poder equilibrar las nuevas experiencias que vivo con los ideales que habitan en lo más profundo de mi corazón? ¿O será que la misma vida va dando la pauta? Como sea, no queda más alternativa (¿o sí?) que seguir caminando, que seguir observando y experimentando lo que la vida me pone delante, por más complejo e inquietante que sea. 

A veces pienso que me gustaría cambiar mi vida completamente e ir detrás de aquello que me apasiona, pero tengo que estar dispuesta a pagar el precio, que en mi caso sería bastante alto. Además, pienso que este tipo de decisiones emergen de lo más visceral y romántico de mi ser, fruto de un contexto que no me hace feliz completamente y, por ende, siento el impulso de huir de eso.

Alguna vez un Maestro me dijo: 30% hacia afuera y 70% hacia dentro. ¿Será que estoy en mi 70%?




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