A veces pienso en el tiempo, en
cómo sería si uno pudiera congelar ciertos momentos o ir a ellos nuevamente,
para vivirlos con la conciencia y el aprendizaje del presente. Si pudiera
escoger a qué instante volver, sería a aquel verano del 2012, en Puerto Montt.
Cuántas alegrías, tristezas y sueños compartidos; ese verano fue una buena
siembra. Nunca pensamos que después de ese verano todo cambiaría en nuestras
vidas, para todas y todos. Cuánta agua ha corrido ya desde entonces, y yo evoco
ese pasado con la nostalgia de quien mira y entiende cómo se creaban pequeñas
corrientes subterráneas de dichas y desdichas.
Si pudiera ir a esos cinco días,
esta vez elegiría vivirlos sin apegos a personas que ya no están, sin miedo a
lo que pasará… quizá me reiría aún más, y conversaría sin pensar qué dirán los
demás, quizá trataría de ser más plena, de apegarme menos a situaciones
dolorosas e infecundas. Si pudiera volver a esos cinco días, no perdería la
oportunidad de disfrutar más el día, más de lo que lo hicimos, me sacaría más
los zapatos y me bañaría en los lagos. Quizá volvería simplemente para disfrutar
de ese tiempo misterioso que tanto nos sanó el alma. Volvería a recorrer esas
calles con mucha esperanza, dejando atrás la desolación.
A veces sueño con ese tiempo, con
todo ese año, que tantas penas y dichas me donó a la vez. ¿Será que este tiempo
se parece a aquel? Quizá. A veces siento que sí y otras veces que no, porque
ahora tengo otra mirada, porque a veces me siento diferente… porque a veces
siento que soy otra.