sábado, 26 de febrero de 2011

Tu vida, mi vida

Un 27 de febrero del año 1986, a las 12 del día aproximadamente, una gran mujer dio a luz a su pequeño hijo, quien se convertiría 25 años después en un gran hombre. Aquel pequeño desde su infancia se diferenció del resto de los niños, por su empatía, nobleza y caballerosidad. Del mismo modo, siempre sorprendía a quienes lo rodeaban por su detalles cotidianos, ya que era poseedor de una intuición y observación sin par: ninguna cosa pasaba desapercibida ante sus ojos.

Durante su adolescencia sintió una gran afición por el basquetbol, deporte que cultivó con mucha disciplina y constancia, pues no podía dejar de pensar que constituía un hermoso arte como el cine, su otra pasión.

En el colegio tuvo muchos amigos y amigas, ya que nunca fue una dificultad para él socializar con otros pares, muy por el contrario, le encantaba rodearse de personas. Asimismo, hizo grandes amigos cerca de su casa, personas que conserva hasta el día de hoy que lo quieren y aceptan tal cual es.

Un día como cualquiera del año 2004 conoció a una joven, quien sería su amiga, compañera, admiradora y, sobre todo, la mujer de su vida. Junto a ella ha vivido grandes momentos, grandes experiencias, grandes aprendizajes. Aquella joven tuvo la dicha de que la vida le concediera la gran oportunidad de conocer a este noble hombre, que ella cuida y protege como un enorme tesoro.

Hoy, ella quiere agradecer a Dios que él cumpla 25 años de habitar esta tierra y que puedan estar juntos para celebrarlos. Ella piensa que nada es más importante en su vida en este preciso momento que contemplarlo a él, ya que la felicidad y la vida de él son para ella el oxígeno que respira.

lunes, 14 de febrero de 2011

La inmensidad


Ilustración: especialmente para este cuento, de parte de mi querido amigo Cristian Gonzalez



Sentada sobre una roca delante del inquieto mar, miré hacia el horizonte en aquel atardecer, luchando contra el miedo que se apodera de mi cuando me encuentro delante de la inmensidad. Cerré mis ojos, rogando encontrar algo que me devolviera la paz en mi interior. Cuando finalmente los abrí, miré nuevamente hacia el horizonte… no obstante, esta vez, mis ojos se toparon con los tuyos.