Es difícil hilar palabras que traten de explicar la sensación que queda en el ambiente después del grito natural que asoló a mi país… un terremoto no es fácil de describir, pues hasta los adjetivos colapsan. Es en ese momento cuando debemos reconocer que el lenguaje simplemente no alcanza.
Ahora que los días han pasado y que la calma ha llegado medianamente a nuestras vidas, danza en mi mente una única palabra: Gracias. Aquella que nos recuerda que esta existencia por nada del mundo es al azar, si no que forma parte de un plan muy bien trazado; un Gracias que aflora como una tierna melodía, como la que entonaba nuestra querida Violeta que nos recuerda, sin grandes artificios, que cada día de vida es un milagro.
viernes, 12 de marzo de 2010
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