Caigo y caigo, cada vez más profundo, hasta tocar el fondo de mí misma, hasta sentirme, perdonarme, aceptarme y quererme, pues si no lo hago yo, quién? Miro hacia dentro, recorro con la memoria del corazón los momentos en los que he sido verdaderamente feliz y un dejo de tristeza me queda en la boca, luego llega hasta la garganta y queda allí en forma de nudo.
Vuelvo a recorrer el fondo de mí y veo a una mujer que ha estado esperando siempre que llegue alguien que la haga sentir especial y querida y me pregunto: seré yo misma esa persona? La vida una vez más me pone ante mi misma con el corazón roto: qué me quiere decir? Hay hilos internos que me muestran el camino para recobrarme y volver a encarnarme en este cuerpo que a ratos me cuesta aceptar y que hoy está al borde de los 30, esa edad que muchos agradecen por toda la fecundidad que trae. Me esmero para que sea fecunda para mí también.