Extracto sobre la inocencia
El pensamiento
te lleva a nuevos lugares o te hace ver diferente, más ricos a los viejos, y
esto te cambiará tanto que cambiará tu actitud frente al mundo, al que alguna
vez quisiste cambiar en vez de entenderlo. Y cuando cambies tendrás incidencia
en él. Cierra los ojos y verás todo lo que será. Liberado del tiempo histórico
viajarás a la velocidad de la luz, y ese viaje puede mejorar la vida de muchos,
porque es incalculable el poder del pensamiento, que es un grandioso alquimista
que puede transformar cualquier circunstancia en una fiesta, es decir,
cualquier metal en oro.
Una vez
encendida la luz interior nada puede apagarla; es tan perfecta e incorruptible
como el oro, que simboliza el poder de la pureza, de lo esencial, es decir, del
espíritu. Es un viaje infinito y maravilloso porque estalla a cada instante vivido
con profundidad. La santidad es la meta prevista para todos aunque pocos se den
cuenta o se animen a entrar en los caminos que llevan a ella. Abandonado el ego
comienzan los milagros, entonces sin lucha recuperarás la fuerza natural; por
eso podrás provocar vida a través del amor, hasta caminarás sobre las aguas y
curarás con la palabra. Recuerda que Jesús dijo “cosas más grandes verán, cosas
más grandes darán”.
No estás
deprimido, estás distraído por tu ego que distorsiona, lo contrario de la
inocencia que aclara. El ego confunde a las cosas con su juicio, cree que las
cosas son lo que él piensa que son. Es más, el ego cree que las palabras son
las cosas; el ego no vive, interpreta; es una constante actuación que nunca
alcanza la realidad. En tanto, la inocencia trata todo por igual, por eso está
más cerca de la felicidad, de la riqueza, de la tranquilidad. La inocencia ve
todo con asombro, por eso nos lleva de fiesta en fiesta. La inocencia cree lo
que es una bienaventuranza; la inocencia es excitante, porque ve todo por
primera vez; para ella el mundo está lleno de novedades. Para la inocencia todo
es un espejo, porque en la inocencia tomamos conciencia de que somos parte de
Dios, es decir, el que se ve a sí mismo en todas las cosas. El inocente se
divierte fácilmente porque todo le llama la atención: una vaca pastando, el
tronco de un viejo árbol, las mariposas negras sobre los trigales dorados, el
colibrí detenido en el aire, el panadero sacando el pan del horno, la noche
estrellada, la lluvia del invierno, los leños al viento en el hogar, los
papeles de Matisse, las caravanas de las hormigas, de los beduinos, el sermón
del domingo en la mañana, el fútbol del domingo en la tarde. El ego le pone
nombre a las cosas, pero el inocente las ve. El ego las juzga, el inocente las
vive; el ego divide, la inocencia armoniza diferencias; el ego depende de la
mente, el inocente del corazón, el ego es viejo porque depende de la memoria,
pero el inocente está naciendo a cada instante. El ego nos agota porque siempre
lucha, el inocente flota graciosamente porque siempre se entrega. El ego se
aburre porque no puede dejar de buscar, el inocente va de asombro en asombro
porque siempre encuentra y puede quedarse por la eternidad gozando el mismo
caballo o la misma flor, o la misma estrella, porque el inocente está tan
entregado a la vida que cambia como ella, constantemente. Por eso lo mismo
nunca es lo mismo. Por eso la inocencia es fresca para siempre.
Ahora que
estás sólo y tranquilo olvida lo que eres porque eso es creación de los demás y
escucha tu corazón. ¿Qué quieres ser? ¿Qué quieres hacer ahora? Porque la vida
es ahora mismo. Olvida lo que crees que eres y comienza de cero ahora mismo, entonces
convivirás con todos fácilmente. Es tan grato vivir sin divisiones: bueno,
malo, rico, pobre, negro, blanco, amigo, enemigo, compatriota, extranjero. Es tanta
la liviandad que cuando no hay enemigos podemos volar en cualquier momento,
porque la alegría tiene la simpatía de la magia.
No perdiste
la inocencia, sólo la ocultas por miedo a la burla de los que sólo pueden
catalogar porque la perdieron. Déjala salir
y recomenzarán los juegos de tus primeros años, pero enriquecido por la
inteligencia. Libérate de los preconceptos de la memoria y mira todo como por
primera vez, entonces te librarás del aburrimiento que ensombrece a los que
creen saberlo todo.
Y no
confundas a la actividad con la vida, ahí está el sol, exactamente ahí para que
lo veas, ahí está el árbol hace muchos años para que te des cuenta de que es
una maravilla. Libérate de la imagen que te ayudaron a forjar los demás y
volverás a la inocencia, que es nuestro estado natural. Entonces estarás
contento con las arrugas que confirman todo lo que viviste. Es más, sólo en la
inocencia sentirás que eres parte de todo lo que te rodea, es decir que sólo en
la inocencia puedes ver a Dios.
Por Facundo Cabral.